El golpe que, a veces, te dan las rupturas es como si te rompieran. |
Entre tener pareja y no tenerla siempre digo que prefiero tenerla. Pero también porque comparo el bienestar de tener una pareja con el malestar de sobrellevar una ruptura.
A mí la vida se me para. Literalmente. Por eso, me duelen tanto las rupturas. La vida sigue avanzando. Yo se supone que tengo que hacer cosas. Tengo que seguir trabajando, seguir comiendo, seguir durmiendo, seguir saliendo, seguir creando, pero nada de eso quiero hacer. Quisiera que el mundo se parase, salirme de él y que continuara un tiempo sin mí mientras que yo me recupero (o encuentro cuál es la manera de recuperarme).
Que el mundo me esperara, que el mundo fuera comprensible, que yo ahora no quiero vivir en él, que yo ahora quiero llorar, gritar, quiero odiar, quiero sufrir, quiero lamerme mis heridas.
Sin embargo, hay que seguir. Hay que ir a trabajar y sonreír. Hay que aprender hobbies nuevos, salir para conocer a gente, apuntarte a aquello que siempre has querido hacer pero nunca has tenido tiempo, estar con los amigos, fomentar la gratitud de las cosas buenas que te pasan en el día y ponerte objetivos.
Sin embargo, todo lo haces como si fueras otra persona. Como si fueras un cuerpo autómata que funciona fuera de ti, automáticamente.
¿Te identificas con estas palabras?
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