Cuando la sensación de soledad te come

By Psicomata - 07 febrero

    El otro día estaba viendo una charla de TED en la que hablaban sobre emociones. En un momento dado la ponente le pedía a la sala que levantasen la mano. Siguió hablando y al rato dijo que las personas que no hubieran sentido nunca la sensación de soledad que, por favor, podían bajar la mano. Nadie la bajó. 

    La reacción de la autora fue la de una mezcla entre quien ya sabe qué va a pasar porque ya ha hecho este experimento más veces y la tristeza de ¿cómo es posible que siempre y en todos los sitios pase lo mismo?

    Esa misma sensación de soledad la llama McEnroe en una de sus canciones más triste. Esa misma sensación compartida por tantos humanos. Compartida en tantos días y, sobre todo, tantas noches. Esa sensación que se siente de forma más acusada en dos momentos de la vida: la infancia y adolescencia si no tienes una familia estructurada en el primer caso o si tus iguales te hacen daño en el segundo y la vejez. Las personas mayores están muy solas.  

    Pero ¿y en el medio? 

¿Qué pasa en las edades intermedias? 

    Hay un momento en la vida muy duro y ante el que nos deberían de preparar desde el colegio y es el día en que te das cuenta que estás solo. Vamos explicarlo. Puede ser que tú nunca lo hayas sentido. Puede ser que esto te suene a chino (algo que me extrañaría porque si has llegado leyendo hasta aquí es porque debe ser un tema que te toca). 

    En mi caso me di cuenta joven, alrededor de los 23 años, cuando tuve un gran problema familiar y entonces vi que nadie me iba a salvar y me tendría que salvar por mí misma. No obstante, tengo que decir que finalmente aparecieron unas personas que hicieron que esa transición fuera más fácil. 

    Anteriormente a los 23, sí que me había sentido sola muchas veces y había tenido circunstancias complicadas. Sin embargo, siempre me veía muy empoderada gracias a un grupo de buenas amigas que tenía: me sentía fuerte y protegida por ellas o, más bien, sabía que tenía un sitio donde acudir en el que iba a ser bien tratada. 

    A los 23, necesita además del apoyo emocional de cuando estás mal, apoyo económico, logístico, de orientación vital y ahí, las amigas poco podían hacer, ellas estaban resolviendo y atendiendo a sus propias vidas. 

    Con el paso del tiempo, seguí creyendo en la amistad, en lo importante que son los buenos amigos, en lo importante de tener amigos íntimos y tengo que reconocer que me he sentido muy orgullosa de los amigos que tenía. Sinceramente, creo que ha habido gente buena a mí alrededor, pero hay un momento de nuevo, en cada crisis vital, en el que te das cuenta que cuando tienes los grandes problemas, en realidad, te encuentras sol@. 

    A veces, puede aparecer un espontáneo por ahí: tu novio, la familia de tu novio, tu madre, tu padre, un primo que te ayuda, una amiga, una suegra. Pero suelen ayudarte con el tema logístico como yo le llamo: comida, ropa, techo para vivir, dinero, etc. Por supuesto, todas ellas áreas relevantes y en las que una ayuda viene bien, sin embargo ¿y a nivel emocional? 

<a href="https://www.freepik.es/foto-gratis/mujer-senior-parado-solo-casa_2997327.htm#query=soledad&position=0&from_view=search&track=sph">Imagen de rawpixel.com</a> en Freepik
¿Cuántas personas se sienten solas en este mismo momento? 



    Por supuesto, todas las personas te puedan ayudar: aunque no te vas a desahogar igual con una amiga que con una suegra o un padre (aunque depende de la amiga, la suegra y el padre), pero hay intimidades emocionales, determinados sentimientos que no se los puedes contar a todo el mundo o no te atreves. El principal de ellos y que da tanta vergüenza: "me quiero morir" y fijaros que no lo he dicho de la manera más brusca que sería: "me quiero suicidar". ¡Qué difícil es poder contarle lo que de verdad sientes a alguien! 

Tener dinero ayuda 

    Vamos a ser honestos. Teniendo en cuenta cómo está la Salud Mental encuadrada, al menos en España, disponer de recursos económicos para poder contratar a un psicólogo y/o psiquiatra que te ayude con tus problemas, al que le puedas contar realmente cómo te sientes, con el que te puedas desahogar totalmente es muy útil para poder dar los primeros pasos para superarlo. Una persona externa, que no te critica, que no hace juicios de valor sobre lo que le cuentas y con el que te puedes desahogar completamente. Pero a la que ves solamente una vez, como mucho, dos a la semana. Y tú estás mal 24 horas al día durante 7 días. Son 167 o 166 horas para seguir sufriendo y no saber qué es lo que te pasa. Es muy duro. 

    Por eso, el apoyo familiar, de un amigo, de un novio, de una suegra, es tan necesario para esos momentos. No obstante, volvamos al experimento del principio, el de que baje la mano los que no se hayan sentido alguna vez solos. Nadie bajó la mano, porque cuando lo estás pasando mal te sientes terriblemente solo. 

    Hay algunas personas que tienen intereses y hobbies que les pueden salvar en estos momentos: 
  • Leer.
  • Escribir.
  • Aprender.
  • Caminar.
  • Ejercicio físico o deporte.
  • Escuchar o tocar música.   
    No todos tienen la misma dificultad para ser hechos. Cuando estás mal y no te apetece salir de la cama es difícil que vayas hasta tu batería y te pongas a tocarla, aunque sepas que realmente te vuelve loc@ hacerlo y que te da un chute de dopamina. Quizá habría que graduarlos y probablemente si puedas conseguir algún buen libro  y tenerlo encima de la mesilla que está al lado de la cama te dé muchísima satisfacción conseguir este gran paso. Cuando estás mal, salir de la cama y ducharte es un gran paso. 

    Y es en esto en las cosas que nos tenemos que apoyar. Nuestras posibles muletas, ya que los demás, los que están a nuestro alrededor, también están viviendo sus propias vidas, luchando contra sus posibles fantasmas o simplemente no saben cómo ayudarnos. 

    Por eso, si estás mal, si te sientes sol@, si te quieres morir, que consigas hacer la primera parte de la lista, que consigas dar ese pequeño paso, ya es un gran paso. Al menos, intenta leer o caminar o escuchar música o aprender algo que te interese o darte un gran y larga ducha para darte un pequeño capricho que te mereces, porque el resto de las 168 horas de la semana lo estás pasando mal.  


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