Son muchas las historias que pasan en los bares. Normalmente, dos
tipos: las historias que te pasan en el bar de siempre que se suelen crear
cuando viene alguien nuevo que le da variedad a los "parroquianos" o cuando
tienes la suerte de ir a un bar en el que te acogen sus parroquianos por una
noche y cada uno te cuenta un poquito de su historia.
De esa noche podría haber destacado varias
historias pero, al fin y al cabo, la que más te marca es esa que te hace que se
salten las lagrimillas. No sólo al que la escucha, sino al que la cuenta
también.
La historia de Ada: (contada por su tío)
Ada nació en Kenya. La adoptaron con 3
años de edad, pero aunque tres años de una niña no son nada, son los suficientes
para que ya hubiera sido víctima de abusos físicos y psicológicos por parte de
sus cuidadores. Por suerte, tuvo la suerte de ir a parar a una familia que la estaba esperando con los brazos abiertos.
Un domingo cualquiera Ada estaba con su madre y
su tío e hizo una travesura. La madre de Ada, en su cometido de educarla, le explicó
que estaba mal lo que había hecho. Ada se puso muy triste, decepcionada
consigo misma pues no le gustaba disgustar a su madre. Ada no había
anticipado que eso que acababa de hacer no se debía hacer.
La madre que se dio cuenta y para
tranquilizarla le explicó que no se preocupara, que es que ella tenía la
obligación de educarla y de enseñarle aquellas cosas que estaban bien y
entonces le empezó a poner ejemplos para que lo comprendiera. Entonces le
preguntó:
Madre: Ada, ¿te acuerdas quién te enseñó a cruzar por los pasos de cebra?
Ada: Sí mamá. El tío Guti -contestó-. El
tío que estaba allí presente sonrió
Madre: Y¿te acuerdas por ejemplo,
quién te enseñó a resolver ese problema de matemáticas que tanto te costaba?
Ada contestó: Sí, mamá. La seño Pilar me
enseñó.
Ahora era la madre quien ponía la misma cara
de tristeza y decepción que Ada había puesto antes. En su tercer intento la
madre preguntó:
Madre: ¿Te acuerdas quién te enseñó a lavarte
las manos antes de comer?
Y Ada, por tercera vez contestó: Sí
mamá. La abuela Ana.
La madre, en ese momento, ya no solo triste, sino más bien algo enfadada le preguntó:
- Entonces, ¿qué pasa que tú madre no te
ha enseñado nada?
Y Ada muy sonriente contestó: Sí mamá. Tú
me has enseñado lo más importante.
El tío de Ada y su madre se miraron
sorprendidos. Ella preguntó: ¿Y qué es eso tan importante?- aún ironizó.
- A reír mamá. Tú me has enseñado a reír
mamá. A reír y sonreír. Antes de venir aquí no sabía.
Y en ese momento, al tío Guti que era el
que evocaba ese instante tan inolvidable de su vida y a mí que escuchaba con
atención, se nos saltaron las lagrimas.
Historias de la vida cotidiana que merecen
la pena
6 comentarios
Uy! no me dá tiempo de leerlo (se me ha paso), si es que voy atropellá.
ResponderEliminarVoy a estar unos dias fuera, vuelvo a mediados de la semana que viene. Hasta entonces. Besitos
No te preocupes! Ya lo vi en tu blog! Pero léelo eh!?!?! :))) Disfruta!!!
EliminarPrecioso!, ya lo he leido y me ha encantado P.
EliminarUn besazo amiga
Gracias Clara! Me gusta mucho que te hayas preocupado de leerlo. Otro besazo para tí!
Eliminar¡QUÉ BONITO!
ResponderEliminarAsí.Sin más.
Un abrazo
Lo escuché en el Norte ;) Gracias! Otro abrazo
EliminarGracias por compartir tu experiencia!!!