Derechos laborales que salvan vidas |
En los últimos años hemos asistido espeluznados a un cambio
en las condiciones laborales de las empresas españolas. Es importante matizar
que no es en todas, puesto que muchas empresas están ignorando el abanico de
posibilidades que las últimas reformas laborales les han dado para dejar a la
mínima expresión los derechos de sus trabajadores (GRACIAS). Sin embargo, hay
algunas que si siempre fueron desalmadas, con la crisis su actuación ante los
trabajadores se agrava.
¿Qué pasa con los trabajadores? En general, siempre
escuchamos que la gente tiene miedo, pero se llega hasta un punto que
lo que era temor pasa a ser alienación. Trabajadores que ni opinan, ni
sienten, ni padecen. Solo se preocupan en echar las horas que la empresa les
exige, incluso con salarios que no dan ni para pagar la sospechada única causante del síndrome “puedoresistirtodaclasedehumillaciones”: la hipoteca. Incluso en
algunos casos parecen que sufren una especie de síndrome de Estocolmo, defendiendo el hecho de no tener condiciones laborales
adecuadas, salariales o “saludables” (es duro escuchar a un trabajador amparar que no pasa nada porque en su empresa -con unas cuentas de resultados favorables- no haya papel higiénico).
En una factoría cercana a mi localidad, para mejorar las condiciones
de seguridad en la empresa, se marcó una línea en el suelo por el medio de la planta
y así llegar hasta tu zona de trabajo, alejado de los laterales para evitar que te puedan caer, montañas de neumáticos. Los trabajadores se
fueron una noche de la empresa sin esa línea amarilla y cuando regresaron al día siguiente la empresa “apareció” con
ella. Nadie les explicó para qué servía y ellos tampoco lo preguntaron. De
hecho, si se pasa una rápida encuesta, todavía casi
ninguno sabe contestar para qué sirve esta línea pintada en el suelo. Pero
desde el primer día todos ellos empezaron a caminar sobre ella. Ya no iban al
lugar que ocupaba cada uno por las partes seguras por las que solían ir. Todos
marchan por esa línea callados, en fila y con la cabeza cabizbaja. A estos trabajadores solo les falta el pijama
a rayas para recordarnos a una escena de épocas pasadas.
En esta empresa hay representación sindical. De la buena,
que la hay y mucha. Un tipo de representación que nadie conoce porque de ella nunca
se habla en los medios (y lo que no sale en los medios, no existe). Esa que
consigue a cambio de acosos, calumnias y querellas en los juzgados sobre su persona por parte de la empresa que los compañeros, no sólo cobren los 800
euros de nómina puntualmente a fin de mes, sino que lucha porque se cumplan los días libres por hospitalización de un
familiar, el permiso de paternidad o que haya mejoras en la manipulación de
cargas de los neumáticos y así evitar que estos trabajadores antes de los 50 acaben
en las salas de espera de traumatología del hospital de su comarca colapsando
las listas de espera y aumentando el gasto de la sanidad pública.
Ellos son los únicos libres del síndrome de Estocolmo en la
empresa, son los que saben que no les deben nada más a la empresa que respeto, un
trabajo bien hecho y una productividad dilatada, son los que un día a pesar del
miedo a no pagar sus hipotecas, se quitaron el pijama a rayas. Y sus compañeros
están contentos con ellos y por detrás, sin que nadie les oiga, les dan las
gracias y les piden que luchen por otras mejoras que también necesitan.
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