En los últimos años, especialmente desde la aprobación de la Ley de Igualdad, en las concentraciones y manifestaciones que partidos políticos, sindicatos y, especialmente, organizaciones de mujeres han convocado para conmemorar el día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, siempre ha habido algo que celebrar, alguna nueva mejora que se conseguía cada año. Por supuesto, sin dejar atrás estas organizaciones el carácter reivindicativo de este día y seguir denunciado la falta de igualdad real entre hombres y mujeres.
Sin embargo, este año, el debate/la reivindicación/el centro de atención ha sido desviado o manipulado intencionalmente hacia materias mucho más nimias y poco centrales en este momento. Me refiero a la manipulación hecha para centrar el foco en el lenguaje.
Durante esta semana se han aprobado leyes o se han vertido comentarios que tienen mucha más relevancia social y, por supuesto, una mayor influencia contra el objetivo de conseguir esa igualdad que hablar a estas alturas del lenguaje.
De nuevo, se ha vuelto a hablar de la ley del aborto y su modificación y el intento por parte de algunos de relacionarlo con una violencia estructural.
Asimismo, se ha aprovechado el día para ratificar en el Congreso la reforma laboral.
Solo una cuestión. Alberto Ruíz-Gallardón tiene miedo a que las mujeres pierdan el empleo o no encuentren uno a consecuencia del embarazo. Y me pregunto, ¿sabrá Alberto que ha votado a favor de una ley en la que desaparece la bonificación de maternidad a las empresas, que solo uno de los progenitores pueda acogerse el derecho a la lactancia o que la reducción de jornada tiene que ser diaria...?
Y si lo sabe, ¿cuándo se ha quitado las gafas violetas?
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